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jueves, 20 de octubre de 2011

Hablar fácil



Cuando era pequeño y vivía en Creta, Ioannis Ikonomou escuchaba a los turistas hablar en la playa. Aunque las palabras que oía no significaban nada para él, Ikonomou estaba decidido a buscar sentido a ese galimatías de diferentes sonidos. Cuando tenía cinco años, se hizo con un libro de texto alemán. Se sentó todo el día en la playa, inmerso en lo que estaba leyendo. Cuando se fue a casa, había captado los rudimentos de la gramática alemana. También estaba tan quemado por el sol que apenas podía moverse.

Cuarenta y dos años más tarde, Ikonomou, hablando ahora con soltura en 32 idiomas, vive en Bruselas, donde es el traductor estrella en el Parlamento Europeo. Si no supiéramos que es un mago del lenguaje, lo podríamos adivinar por las pilas de diccionarios que salpican su piso. En el rincón, la televisión muestra un programa chino con el volumen bajado.
Como corresponde a su profesión, Ikonomou tiene algunos hábitos de visionado extraños. Todas las noches, le gusta ver su programa de tertulia favorito ruso. Después, ve simultáneamente las noticias en español y en portugués antes de relajarse con un culebrón albano.
Ikonomou se describe como una personalidad dividida. “Hay una parte en mí que es como Indiana Jones,” comenta. “Siempre estoy esperando ir en busca de algo y sumergirme en otras culturas.”
Hay que decir que Ikonomou no se parece mucho a Indiana Jones: es un hombre de mediana edad, con entradas, con un estilo muy intenso. Pero aquí es donde entra el otro lado de su personalidad. Como admite con felicidad, “Hay también una parte de mí que es un poco gansa.”
Para cuando cumplió 10 años, Ikonomou había conquistado el inglés y el alemán y estaba haciendo ejercicios de calentamiento para comenzar el italiano. Ya resultaba claro que tenía una aptitud sorprendente para los idiomas, pero cree que había algo más que eso.
“Hasta donde yo me acuerdo, quería ser diferente. Quería a mis padres y a mi hermana, pero el mundo en el que vivían me parecía muy normal. Odiaba la idea de ser normal. Podía ver que aprender idiomas podía darme la llave a todos esos nuevos mundos.”
En lo que respecta a Ikonomou, aprender un idioma tiene mucho más que ver que dominar su vocabulario; tiene que ver con sumergirse en cada aspecto de la cultura de un país.
Cuando cumplió 18 años, se hizo amigo de algunos seguidores de Hare Krisha en un viaje a Londres. Volvió a casa armado con libros sánscritos Teach Yourself (Aprende por ti mismo) y una pila de CDs de música india, y rápidamente se convirtió en un vegetariano estricto; no tocó la carne durante los siguientes 18 años.
Poco después, se fue a Turquía. En ese tiempo, las relaciones diplomáticas entre Grecia y Turquía estaban en un punto particularmente bajo y resultaba insólito que un griego quisiese aprender turco. Ikonomou, sin embargo, estaba decidido a utilizar su capacidad lingüística para romper todas las barreras posibles.
“Visité la principal mezquita en Estambul y me quedé cuando comenzaron las oraciones. Miré lo que hacía la gente y empecé a imitarles muy torpemente. Después, todas estas personas me abrazaron. Eso me causó una gran impresión. Había supuesto que serían suspicaces, pero como pude explicar lo que estaba haciendo allí, no podían haber sido más agradables.”
Cuando Ikonomou salió de Turquía, inevitablemente hablaba con soltura el turco. Pero eso no era todo: también había aprendido turco otomano, el idioma administrativo del Imperio Otomano. “Ni siquiera los turcos lo entienden en estos tiempos, a menos que estudien árabe y persa.”
Después de tres años de estudiar lingüística en la Universidad Aristotélica de Tesalónica, la cuenta de idiomas que llevaba aprendidos ascendía a 12. Estos idiomas incluían el búlgaro, el servo-croata y el polaco. Después vino el chino, que inició sin darse cuenta jugando un día en el que tenía unas horas libres. “Me estaba suscribiendo a una revista de propaganda en idioma inglés llamada China Reconstructs (China reconstruye). Tenían unas lecciones básicas en chino en las páginas traseras y pensé que sería divertido si pudiese agrupar unas frases.”
¿Pero qué iba a hacer Ikonomou con todos estos idiomas? Aunque siempre había visto para sí mismo una carrera en lingüística, no tenía ninguna prisa por ponerse a trabajar en serio. “Tenía la suerte de que mis padres estaban en una situación bastante acomodada. De los veinte a los treinta años, pasé la mayor parte viajando y haciendo trabajos de postgraduado en los Estados Unidos. Después dio la casualidad de que la responsable de traducción del Parlamento Europeo había oído hablar de mí, y me preguntó si estaría interesado en trabajar allí.
Acabó siendo enviado a un curso de traducción simultánea en Tenerife que, comenta, es la cosa más estresante que he hecho nunca. “Solía despertarme en mitad de la noche con pesadillas sobre la incapacidad de seguir, o pensando: “Oh, Díos mío, se me ha escapado lo que ha dicho esa persona.” Pero, afortunadamente, pasé la prueba al final y vine a trabajar aquí a Bruselas.
Durante los años siguientes, Ikonomou fue intérprete de la mayoría de jefes de estado que vinieron a pronunciar un discurso en la UE: “Felipe González, Tony Blair, Helmut Kohl... Fui intérprete de todos ellos.” Pero mientras pasaba los días hablando suavemente al oído de todos ellos, Ikonomou nunca se reunió con ninguna de las personas para las que traducía.
“Siempre estaba encerrado en mi pequeña cabina, completamente invisible. Era una existencia muy extraña. Recuerdo que una vez compartí un ascensor con Tony Blair, pero, por supuesto, él no tenía ni idea de quién era yo.”
Aunque puede haber sido invisible para las personas para las que traducía, Ikonomou rápidamente se convirtió en una leyenda en Bruselas. La Comisión Europea bullía con lingüistas, pero no había nadie como él, nadie que pudiera hablar con soltura en esloveno, como él, en solo un mes. “Es cierto que encontré algo de celos. La mayoría de las personas fueron muy agradables, pero creo que algunas se sintieron un poco amenazadas.”
En 2002, Ikonomou dejó de ser intérprete y se convirtió en traductor. Esto implica que la mayoría de las veces está sentado en una oficina en Bruselas, traduciendo los documentos de la UE.
“Superficialmente, es bastante aburrido,” admite. “Pero si hago una sola cosa mal, puede tener consecuencias enormes. Actualmente, estoy traduciendo un documento de inglés a griego sobre inmigrantes ilegales menores de edad. Para la frase open-air facilities(instalaciones al aire libre), por ejemplo, existen muchas formas diferentes de decir eso en griego. Lo que escribo puede marcar la diferencia entre que estas personas sean puestas en un patio de detención o que se les permita jugar al fútbol.”
Recientemente ha vuelto de un curso intensivo de dos meses en Shangai, él es también el único traductor de la UE en el que se confía para traducir documentos de alto secreto en chino.
“No puedo hablar de la mayoría de los textos por razones de seguridad, pero la semana pasada hice una traducción de un documento sobre las rutas de la droga en el Sudeste Asiático. Podéis imaginaros los problemas que podrían ocasionarse si llegase a las manos equivocadas.”
De vez en cuando, mientras está sentado en su casa hojeando uno de sus diccionarios, o echando un ojo a las noticias en portugués, Ikonomou reflexiona sobre cuánto ha logrado por ser tan experto en idiomas.
“Creo que me ha aportado una tremenda percepción sobre cómo viven las personas y la forma en la que se comportan. No puede haber muchas personas que hayan podido conversar con prostitutas en Brasil y con profesores en Pakistán. Quizás no sea tan idealista como lo fui una vez. Aún así, sigo creyendo que muchos de los problemas del mundo surgen sencillamente porque las personas no se entienden.”
 

domingo, 16 de octubre de 2011

El padre al que Jobs nunca quiso conocer



Abdulfatá 'John' Jandali, un inmigrante sirio que hoy ejerce de director de un casino en Reno (Nevada), se enteró en 2005 de que su hijo biológico era Steve Jobs, fallecido la semana pasada. Lo mantuvo en secreto algunos años hasta que, preocupado por su salud, mandó varios 'e-mails' al cofundador de Apple. Hoy cuenta la triste historia de un encuentro que nunca tuvo lugar.
Durante todo el año pasado, Abdulfatá John Jandali mandaba periódicamente un mensaje de correo electrónico a Steve Jobs, el hijo que nunca conoció. Eran simples notas: "Feliz cumpleaños" o "Espero que estés mejor de salud".
Abdulfatá 'John' Jandali
No está claro si Jobs respondió alguna vez. Una persona cercana a la familia de Jobs dice que no, que no lo hizo, mientras que Jandali afirma que recibió dos respuestas cortas.
La última llegó seis semanas antes de la muerte de Jobs, según Jandali, y solo decía: "Gracias".
Para Jandali, aparte del iPhone 4 que lleva consigo, la historia de los e-mails es casi todo lo que tiene de un hijo que fue cofundador de Apple y se convirtió en uno de los empresarios más famosos del mundo.
Jandali, de 80 años y director general del casino Boomtown en las áridas colinas de las afueras de Reno (Nevada, EE UU), es responsable de una plantilla de unos 450 trabajadores. Sus compañeros elogian su estilo de liderazgo tranquilo y su maña para el marketing.Mientras recorría el local el viernes de la semana pasada, le paró un empleado que le dio las gracias por haber vuelto a instalar las máquinas tragaperras de cinco dólares. Jandali le estrechó la mano y luego se sentó en el puesto de fideos chinos del casino para comer el especial de salmón, como hace muchos días.
"No puedo atribuirme el mérito del éxito de mis hijos", tercia Jandali, que también es el padre de la famosa novelista Mona Simpson. Jobs fue entregado en adopción siendo un bebé. Jandali confiesa que casi no tenía contacto con él y que la relación que le une a Simpson es tensa.
Los amigos íntimos del director de casino aseguran que el distanciamiento con sus hijos le ha causado una gran tristeza a lo largo de los años. Jandali mantuvo en secreto la paternidad de sus célebres vástagos hasta para sus más allegados, por miedo a que pensaran que buscaba aprovecharse de su fama.
"A mí me parece que es como si, toda su vida, lo hubiera lamentado [el distanciamiento] y hubiera deseado haber tomado otras decisiones o que las consecuencias hubieran sido distintas", comenta Keith Henson, director general de L'Auberge Lake Charles, un casino de Luisiana. Henson afirma que hasta hace tres años no se enteró de que Jandali era el padre de Jobs, y eso que fue su discípulo en Boomtown y también el padrino de su tercera boda.
El reciente empeoramiento de la salud de Jobs ha puesto el foco sobre Jandali, algo que, según dice, le resulta incómodo. Jandali solo accedió a hablar para este reportaje en el restaurante de fideos chinos del casino tras puntualizar que no creía que su historia fuese lo bastante interesante para justificar la atención.
Con arrugas en los ojos y las canas coronando una cabeza sobre la que asoma la calvicie, Jandali recuerda físicamente a Jobs. En una mesa auxiliar de su oficina destaca una imagen publicitaria enmarcada de su hija, Mona Simpson, que dice que descargó de Internet.
Se enteró de la muerte de Jobs el miércoles de la semana pasada en la oficina, cuando un desconocido llamó para darle el pésame. Colgó el teléfono rápidamente. "No fue una sorpresa", explica Jandali. "Básicamente, todo lo que siento es tristeza".
Jandali no supo que Jobs era su hijo biológico hasta alrededor de 2005. Asegura no recordar cómo se enteró, pero que la noticia le causó "una gran impresión".
Empezó a ver vídeos en Internet de las famosas ponencias en las que Jobs presentaba los productos de Apple. Y durante este último año, cuando supo del empeoramiento de su salud, le mandó algunos e-mails."No sé por qué lo hice", reflexiona. "Supongo que porque me sentí mal cuando me enteré de su estado. Él tenía su vida y yo la mía, no estábamos en contacto. Si hubiéramos hablado, no sé qué le hubiera dicho".
Tras conocer la noticia del fallecimiento, llamó a Simpson. No le contestó, afirma. Y se puso a mirar las fotos de Jobs con 20 y 30 años que saturaban los portales de noticias en Internet.
"Ese es exactamente el mismo aspecto que tenía yo", afirma.
La semana pasada, Jandali leyó el discurso que dio Jobs en la Universidad de Stanford en 2005, aquel en el que el cofundador de Apple reflexionaba sobre la vida y la muerte y contaba la historia de su adopción. "Mi madre biológica era una joven estudiante de posgrado soltera... Le parecía muy importante que yo fuese adoptado por titulados universitarios", declaró en aquel discurso.
Jobs, que nació en San Francisco en 1955, también relataba allí que su madre biológica finalmente accedió a que lo adoptasen Paul Jobs -quien no había completado la educación secundaria y se había hecho maquinista- y Clara Jobs -que nunca llegó a licenciarse en la universidad-. Se crió cerca de San Francisco. Jobs sí reconocía que tenía relación con su madre y su hermana biológicas, pero no hablaba en público de Jandali.
Quienes conocen a Jandali afirman que su hijo y él tienen en común la capacidad intelectual y el instinto para comprender los deseos de los consumidores, aunque en contextos diferentes. Pero a diferencia de Jobs, un showman célebre por apasionar a las multitudes con sus nuevos productos, Jandali prefiere permanecer en segundo plano, según explican él y otros consultados.
"Tiene una gran capacidad para influir en los que le rodean", asegura Anthony Sanfilippo, consejero delegado del grupo Pinnacle Entertainment, propietario de Boomtown. Sanfilippo ascendió a Jandali de jefe de recepción a director general del casino hace aproximadamente un año. "Realmente es lo opuesto a un showman.Siempre dirige la atención hacia otros. Sabe lo que les gusta a los clientes y las cosas por las que están dispuestos a pagar".
Jandali reconoce que nunca se le ha dado muy bien la tecnología. Pero sí que se considera a sí mismo un early adopter, aquellos consumidores que se apresuran en adoptarla. Sus primeros y únicos ordenadores han sido Apple -tiene un portátil y otro de mesa en casa- y compró todos los modelos de iPhone en cuanto salieron, además de un iPad. También tiene cuentas en Twitter y Facebook.
"Hay que usar todas las herramientas disponibles", opina. "Es una estupidez no hacerlo".
Jandali cuenta que nació y se crió en la tercera ciudad más grande de Siria, Homs, en una familia acomodada que poseía aldeas y enormes extensiones de tierra fuera de la ciudad, donde los trabajadores cultivaban trigo y algodón para enriquecer a su familia.
Relata que su padre insistía en la importancia de dar una buena educación a sus tres hijos, de los que Jandali es el menor. Tenía la idea de convertirse en diplomático en Siria. En 1952 llegó a EE UU, y se matriculó un año después en la Universidad de Wisconsin para sacarse el doctorado en Ciencias Políticas. Se concentró en averiguar cómo los países de Oriente Próximo podían salir del colonialismo. Los expedientes universitarios muestran que obtuvo su doctorado en 1956 con una tesis titulada Los esfuerzos de Naciones Unidas por establecer normas sobre la independencia nacional.
Mientras estudiaba en Madison inició una relación sentimental con Joanne Schieble, una estudiante de posgrado de logopedia de Green Bay. Schieble, que ahora lleva el nombre de Joanne Simpson, se quedó embarazada en 1954, pero según Jandali, su padre no aprobaba la relación.
Durante el embarazo, Simpson se fue a San Francisco unos cuantos meses para alejarse. Finalmente entregó en adopción a su hijo, Steve Jobs.
Simpson regresó a Madison y al cabo de poco tiempo murió su padre, lo que permitió que Simpson y Jandali se casasen. Después de licenciarse, se trasladaron a Siria pero, por aquel entonces, había un Gobierno de transición, lo que echó por tierra sus planes de convertirse en diplomático. Jandali explica que, en lugar de eso, dirigió una refinería de petróleo. Simpson no era feliz en Siria y volvió a Green Bay, donde dio a luz a su segunda hija, Mona.
Jandali explica que regresó a EE UU y empezó a enseñar en la Universidad de Wisconsin en Madison. Allí -y después en otras universidades- no publicó más que unos cuantos artículos en periódicos escritos en árabe (la Universidad de Wisconsin no tiene constancia de que Jandali estuviese empleado como profesor, pero es posible que enseñase alguna clase, según John Coleman, el actual jefe del departamento de Ciencias Políticas).
Unos años después, Jandali y Simpson se divorciaron, y ella volvió a casarse más tarde. Él no estuvo presente en la vida de Mona mientras crecía, reconocen tanto Jandali como una persona cercana a los Simpson. "Abandonó a la familia" y estaba "ilocalizable casi todo el tiempo", añade esa persona.
Siendo adulto, Jobs encontró a Joanne Simpson, la contactó y forjó una relación con ella, así como con Mona. No ha sido posible localizar a Joanne Simpson para hablar.
En 1993, Mona Simpson escribió una novela, The lost father [El padre perdido], sobre una protagonista que busca al padre al que nunca conoció. Jandali leyó el libro y se reconoció a sí mismo.
"Tal como yo lo veo, es su forma de desahogarse, y está bien", razona Jandali. "Está en su derecho. Es el precio que uno paga por no estar ahí para su hijo. Aunque no la vea, la quiero mucho".
Según la Universidad de Wisconsin, donde obtuvo su doctorado, Jandali estuvo vinculado a varias universidades de todo EE UU. Cuenta que, en torno a 1968, dio clases en el departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Nevada, en Reno. Sin embargo, su estancia allí fue breve y se marchó en 1970, según los expedientes de la universidad. En esa época ya poseía un restaurante en Reno, al que a veces invitaba a miembros de la facultad, recuerda Joe Crowley, un antiguo compañero de Reno que más tarde llegó a ser rector de la universidad.
Se casó con una mujer que trabajaba en el sector inmobiliario y tenía hijos mayores, relata Jandali. Compró un restaurante francés en quiebra en Reno y al tiempo lo vendió obteniendo un beneficio, antes de entrar un importante casino de Las Vegas para dirigir un restaurante. Se convirtió en jefe de alimentación y bebidas de Boomtown en 1999.
No mucho después, Boomtown y otros casinos de Reno se enfrentaron a la pérdida de clientes de fuera de California, que empezaban a acudir a casinos indios más cercanos a sus domicilios. Jandali recurrió a los locales como fuente de ingresos y en 2000 convenció al casino para que abriese un bufé de langostas, que sedujo a miles de clientes los fines de semana. "La gente pensó que estaba loco cuando se me ocurrió aquello", recuerda. "Pensaban que perderíamos dinero. Pero atrajo a muchas personas". Hansen, su antiguo compañero, dice que la iniciativa fue "una de las promociones más populares" de un casino en la región.
En 2006, tras haber enviudado, Jandali volvió a casarse y ahora vive en una urbanización privada de las afueras de Reno. Lee libros constantemente, normalmente en su iPad, según afirman él y otros consultados, y ha esbozado algunos libros de ficción y no ficción que espera terminar de escribir cuando se jubile.
Pero el viernes estaba más centrado en los asuntos del casino, entre ellos la promociónSábado de la superrueda del día siguiente, con la que los visitantes del casino tienen la oportunidad de ganar hasta 400.000 dólares haciendo girar una rueda gigante.
Tras terminar el almuerzo sale del restaurante chino, pasando por las mesas con siluetas estampadas de vaqueros con pistolas y junto a los jugadores de las máquinas de videopóquer. Antes de marcharse, Jandali agita el iPhone que sostiene en la mano. "Producen lo mejor", dice calmadamente. "Steve Jobs era un genio".

Un matrimonio lejos de los focos

Steve Jobs no era amigo de hablar de sus actividades filantrópicas. A diferencia de otros magnates de Silicon Valley, poco se sabe de sus donaciones. Tras su muerte, la prensa se ha interesado por el papel que jugará su viuda, Laurene Powell Jobs, en la administración de la fortuna del cofundador de Apple. La pareja ha estado profundamente involucrada en apoyar reformas educativas y causas femeninas, así como a algunos candidatos del Partido Demócrata de EE UU, según revela 'The Wall Street Journal'. Powell trabajó en Merrill Lynch Asset Management y Goldman Sachs a finales de los ochenta, y conoció a Jobs cuando ella estudiaba un máster en administración y dirección de empresas en la Universidad de Stanford. Salvo contadas excepciones, su matrimonio vivió igualmente alejado de los focos. En una ocasión, Jobs declaró: "Yo estaba en el aparcamiento con la llave en el coche, y me dije a mí mismo: 'Si esta fuera mi última noche en la tierra, ¿la pasaría en una reunión de negocios o con esta mujer?'. Me encontré con ella en el aparcamiento, le pregunté si quería cenar conmigo. Ella dijo que sí, nos fuimos a la ciudad y hemos estado juntos desde entonces".
En 1991, Jobs y Powell se casaron en el hotel Ahwahnee en el parque nacional de Yosemite. El matrimonio fue oficiado por Kobin Chino, un monje budista zen. Tuvieron tres hijos, Eve, Erin y Reed.

Hermana de Jobs, escritora de éxito

Hay tres razones para hablar de Mona Simpson: es una escritora estadounidense admirada y celebrada; es la razón por la que la madre de Homer Simpson, de la serie 'Los Simpson', lleva su nombre -uno de los guionistas fue su marido- y además, es la hermana menor de Steve Jobs. Hijos de los mismos padres, crecieron en hogares separados porque Jobs fue dado en adopción y Mona no. Pero compartían algo: talento. El padre se separó de la madre cuando ella tenía diez años y Mona, que estudió literatura y escritura creativa en Berkeley y Columbia, aprovechó su propia historia para escribir 'A cualquier otro lugar', que se convirtió primero en 'best seller' y luego en película (póster en la imagen), y donde hay claras referencias a su vida sin padre. Fue Jobs quien a los 32 años descubrió su existencia, la buscó y la encontró (ella tenía 30) y se hicieron muy buenos amigos, aunque su relación se deterioró un poco cuando Mona publicó en 1996 'A regular guy' (Un tipo corriente), una novela claramente inspirada en su genial hermano pero no excesivamente amable que arranca con la frase "Estaba tan ocupado que no tenía ni tiempo de tirar de la cadena". No obstante, Mona, cuyo parecido físico con Jobs es brutal, limó asperezas y durante sus últimos años de vida pasaron mucho tiempo juntos. También es autora de las novelas 'The lost father' y 'Off Keck Road' y está considerada una de las mejores escritoras de su generación. BÁRBARA CELIS
Traducción de Paloma Cebrián / News Clips. © 2011 Dow Jones & Company, Inc. Traducido con permiso de Wall Street Journal Europe. Todos los derechos reservados en todo el mundo.

Fuente: http://www.elpais.com/articulo/Revista/sabado/padre/Jobs/quiso/conocer/elppor/20111015elpepirsa_1/Tes