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jueves, 22 de marzo de 2018

Un Jueves de #TBT



En estos ultimos días he estado muy reflexivo; la vida en ocasiones te arrincona o mejor dicho, te obliga a pensar, las circunstancias pueden ser muy disimiles, el hecho es que los ánimos no siempre pueden estar igual, eso es imposible.
Bueno, el hecho cierto es que en esos estadíos emocionales medio raros en los que uno cae; y este pais todos los días del mundo te da motivos para ello;en estos dias tuvimos una conversa en mi oficina, el tema, ¿Que recuerdos tendrán los chamos de hoy dentro de 10, 15 años? ¿sobre que temas giraran sus conversaciones nostálgicas? ¿que añoraran de su hoy juventud en ese futuro incierto?; y caí en cuenta que no tendrán casi ningún tema de que hablar.
Los que tenemos mas de 30 años podemos decir que vivimos una Venezuela donde podíamos ir al cine y comernos unas cotufas y un refresco sin dejar el sueldo de un mes, ir a la playa y solo comernos un pan con mortadela paseando la botella de coca cola y eso era un momento feliz, pudimos ir a conciertos, Van Hallen, Queen, AC/DC, La Fania, Ruben Blades, Karina, Ricardo Montaner, y unos cuantos cientos mas; comiamos en Mc Donnal, Burger King, Pizza Hot, Tropiburger (Para los mas antaños) o en Arturo, hoy es casi imposible comer en cualquiera de esos lugares (los que aun existen). Íbamos a fiestas de 15, cumpleaños, matrimonios , bautizos, hoy cada vez son menos.....Vivimos las minitecas, las discotecas, etc.
Y los noviecitos ¿como hacen los noviecitos?.....
Lo que intento decir, es que este pais se esta comiendo hasta el recuerdo futuro de una generación de chamos que solo viven pensando de donde sacaran el efectivo para pagar el autobus, que solo esperan una bolsa de Clap para tener un par de comidas medianamente decentes para luego caer en la angustia de no saber que comerán a día siguiente, que se les va la juventud haciendo colas para comprar artículos que en nuestra época se daban por hechos; ¿Que pais vivirá mi nieto Liam si esto no cambia o mi hija no logra irse del pais? Las universidades se estan convirtiendo en cascarones vacios, donde algunos aun luchamos para dar una educación de calidad aunque cada vez es mas difícil; y asi por donde te metas encontraras es problemas y miserias, nada que te aliente a un futuro mejor.
Trato de ser optimista, trato de no vivir mis días angustiado, trato de vivir un día a vez, pero a veces me es imposible no sentirme triste y derrotado; pero agarro aire y sigo caminando, no soy de los que se resigna a pensar que la vida esta escrita y esto fue lo que me toco, pero algo hay de cierto en que el destino de algún modo es tendencia aunque tu tienes el poder de intentar cambiarlo; pero hasta eso se ha puesto cuesta arriba en esta mi Venezuela tan querida pero tan golpeada.
Hoy es jueves de TBT, nosotros tenemos como poner una foto alegre para celebrarlo, muchos de nuestros chamos no tendrán esa suerte.
Feliz Jueves de TBT.

miércoles, 14 de marzo de 2018

“El estrés genera mucho ruido cerebral y afecta a capacidades como la memoria”

El prestigioso neurocientífico Tomás Ortiz Alonso, experto en educación, ha dedicado buena parte de su vida a desentrañar los misterios del cerebro. En los próximos 30 años, confía, la ciencia por fin tendrá certezas sobre cómo funciona.
  CUARENTA AÑOS”, responde con entusiasmo imperecedero y como si hablara de días Tomás Ortiz Alonso, médico y psicólogo, cuando se le pregunta cuánto hace que el cerebro humano es su gran pasión. Nacido en Guadalajara hace 67 años y catedrático de Psicología Médica en la Universidad Complutense de Madrid, es un experto de prestigio internacional que desarrolla programas neuroeducativos en niños para “activar los mecanismos cerebrales que procesan la información y que permiten construir autopistas neuronales de aprendizaje”. Suena complejo, pero Ortiz Alonso lo explica sin perder la sonrisa con una imagen que, además de sencilla, es radiante: “La diferencia entre un cerebro que se ejercita en la escuela de forma ordenada, regular y sostenida y otro que no lo hace es la misma que existe entre un árbol visto en otoño y en primavera”.
Divorciado y padre de tres hijos (“una es neurorradióloga en Harvard; otra, experta en neuroeconomía, y el otro, abogado que se prepara para ser juez”), Ortiz Alonso dirige además la colección Neurociencia y Psicología que publicará El País a partir del próximo domingo. Cuarenta títulos sobre los descubrimientos más recientes que exploran las relaciones entre el cerebro y el entorno, los procesos cognitivos y emocionales y la conducta humana. Un anticipo de esa compilación es este diálogo, mantenido el mediodía de un jueves en Buenos Aires, donde está desarrollando Visión táctil, un proyecto digno de un escritor de ciencia-ficción, pero con efectos muy reales: tecnología mediante, el programa permite que niños ciegos de nacimiento puedan “leer a medio metro” gracias a un sistema que capta información visual y la traduce a impulsos táctiles.

¿Cuándo y por qué empezó a interesarle el cerebro? Estudiaba Psicología, pero me fascinaba saber cómo pensamos, cuáles son nuestras emociones y cómo eso se refleja en el cerebro. Los conocimientos de las teorías psicológicas no alcanzaban a responder esas preguntas. Por eso hice también Medicina.
 Si tuviera que trazar un mapa de lo más importante que aprendimos del cerebro en estas décadas, ¿qué diría? Antes una persona tenía un accidente, perdía el habla y deducíamos que esta podía relacionarse con la zona cerebral donde se producía la lesión. Ese conocimiento era indirecto. Ahora tenemos información directa y en tiempo real mientras el cerebro realiza una función. Ese ha sido el gran salto. Estamos conversando y podríamos ver cuáles son las áreas que se activan mientras escuchamos o hablamos, mediante una serie de técnicas de registro. La resonancia magnética, por ejemplo, permite ver cuál es el metabolismo de las neuronas cuando realizan una función. A más metabolismo se supone que hay más actividad y eso se co-relaciona directamente con las funciones que se ejecutan.
 En el imaginario cultural el cerebro parece haber reemplazado al corazón, del que se suponía provenían virtudes y flaquezas. Hoy, la neurobiología y el inconsciente lo explican todo. ¿Qué hay de mito y qué de realidad? A lo largo de la historia, en ocasiones se transmite un error científico porque quien lo difundió inicialmente fue una gran persona. Aquí el error proviene de la filosofía de Aristóteles. Él creía que las funciones cognitivas que nos permiten recibir, seleccionar, almacenar, elaborar y recuperar información ambiental estaban en el corazón. Ese error explica que una persona diga: “Te quiero con todo mi corazón”. Si es así, no le quieres nada y no es curioso que haya tantos divorcios [ríe]. Sucede en la cabeza. El corazón no tiene ningún sentimiento: es un mero receptor de una estimulación cerebral, asociada a una emoción. Hoy se conocen incluso áreas cerebrales más implicadas en una función emotiva que en una cognitiva. Pero parece que decirle a una chica “te quiero con todo mi hipotálamo” no pega.
  Sus investigaciones subrayan la necesidad de ejercitar el cerebro de los niños ordenada y sistemáticamente como clave para mejorar el aprendizaje. ¿Qué lugar ocupa el ocio en ese modelo?  El ocio es una construcción cultural. El cerebro no lo entiende: siempre está haciendo algo. Incluso en el tiempo que llamamos “libre”, leemos o caminamos o nos ejercitamos… Trabaja también durante el sueño: hay una parte, el tronco, que debe funcionar para poder respirar. Está probado que si lo estimulamos ordenada y sistemáticamente y lo hacemos todos los días con cosas sencillas (ejercicios de equilibrio y de atención, por ejemplo), la neuroplasticidad es mayor: se generan nuevas neuronas en una estructura que se llama hipocampo, asociada a la memoria. Y esas nuevas conexiones se vuelven estables, que es lo que se requiere para aprender. Por el contrario, cuando no lo entrenamos nos cuesta retomar el ritmo, como sucede cada lunes.
“La diferencia entre un cerebro que se ejercita en la escuela de forma ordenada y otro que no lo hace es la misma que existe entre un árbol visto en otoño y en primavera”
 Déjeme defender el descanso. Un ensayo reciente, 24/7: Capitalismo tardío y el fin del sueño, de Jonathan Crary, denuncia que el capitalismo actual, en su intento de extraer rentabilidad de todo, va incluso por nuestras horas de sueño. ¿Cómo incide dormir poco en la productividad? Tiene efectos nocivos y es un muy mal negocio. Necesitamos cinco ciclos de sueño y cada uno dura entre 90 y 120 minutos. Lo ideal es dormir de 7 a 9 horas. Menos perturba la memoria. En un niño hace que no esté atento; en un adulto afecta su concentración y, por ende, su eficacia. En esos términos, quizá podríamos acordar que el sueño sería el ocio que necesita el cerebro para poder trabajar después a todo ritmo y recuperar la información que adquirió durante el día. Niños que descansan bien tienen un buen desarrollo madurativo. Y por el contrario, los pequeños que duermen mal sufren de déficit de atención.
 ¿Varía la neuroplasticidad con la edad? La plasticidad es la capacidad que tiene el cerebro de aumentar las conexiones neuronales como consecuencia de la estimulación ambiental. A más estímulos, más plasticidad. Tiene dos fases. La primera es lábil, poco estable y nada útil. Para que lo sea necesitamos repetir las cosas. En otras palabras: podemos oír 20 idiomas, pero útil es el que practicamos todos los días. Existen ventanas temporales durante las cuales se favorece la plasticidad neuronal. Las asociadas a la edad se llaman “tiempos críticos”. Hay periodos en la infancia en los que cualquier estímulo genera plasticidad neuronal estable. Se supone que puedes ser bilingüe si has aprendido los dos idiomas antes de los siete años, porque tu plasticidad es tan grande que permite incluso desarrollar las entonaciones con las que habla un nativo. El bilingüismo aumenta la capacidad cerebral al incrementar la actividad del hemisferio derecho. Y eso es importante porque un cerebro multilingüe responde mejor a diversos estímulos en distintas situaciones.
 ¿La motivación puede salvar el escollo de un aprendizaje a destiempo? La psicología incide en ello. Hay una plasticidad neuronal muy rápida, asociada a intereses y motivaciones. Una persona puede aprender a hablar rápidamente un idioma, si dependen de eso sus hijos, su vida, su trabajo. Esa motivación es suficientemente alta para aprender cualquier cosa a cualquier edad. Las personas a las que les gusta el fútbol, por ejemplo, saben enseguida los nombres de los futbolistas de su equipo y la historia de sus goles al detalle. Los intereses primarios aceleran mucho los procesos de aprendizaje y de plasticidad cerebral.
 ¿Y la sobreexigencia?¿Afecta el estrés a nuestras habilidades intelectuales? Genera mucho ruido cerebral. Imagina que estás en una fiesta e intentas hablar con un amigo, pero hay tanto escándalo que ni siquiera lo oyes. El estrés impide desarrollar capacidades. Inhibe la plasticidad cerebral. Es una enfermedad silenciosa: aumenta una sustancia llamada cortisol que afecta los receptores del hipocampo, que ya no consiguen desarrollar su capacidad de memoria, atención y codificación de cosas nuevas. ¿Cómo lo eliminas? En situaciones de relajación, donde te has aislado físicamente del ruido visual, auditivo, táctil. Sucede también con la depresión o con un trastorno obsesivo compulsivo: son ruidos cognitivos, psicológicos, emocionales. Un pensamiento que está constantemente introduciéndose en lo que haces, distorsiona y te impide actuar con calidad. 
En sus conferencias destaca usted el papel del juego. ¿Jugamos poco los adultos? Decía Ramón y Cajal en 1923 que “el juego es una preparación necesaria para la vida”, que imprime un sello, a la vez intelectual y moral. En él intervienen factores motivacionales, de novedad, de interacción de unos con otros, de competitividad, que contribuyen al desarrollo en una época de gran neuroplasticidad. A más novedad, el cerebro capta información a más velocidad y la archiva mucho mejor. La pregunta es por qué los adultos no seguimos jugando. ¿Hemos perdido esa capacidad? Es una gran pregunta y sucede en todas las culturas. Antes de la Revolución Industrial, el alumno aprendía de una forma práctica y utilizaba más el juego que nosotros. Es decir, el pintor enseñaba pintando. Eso contribuía a desarrollar más el juego a lo largo de la vida. En nuestra sociedad, la memoria y el conocimiento están asociados a los sistemas educativos. Con juegos se tardaría más tiempo y hoy la rapidez es un valor.
 ¿Cómo relaciona la necesidad de repetir para aprender con el concepto estrella de esta época: la creatividad? Hay muchas teorías. Yo creo que el mejor chiste en una conferencia es el que has ensayado muchas veces. El cerebro no imagina cosas de la nada. Creativo es quien desde una sistematización de información desarrolla algo distinto. Pero a partir de una estructura muy documentada. Se han dado casos en los que la idea llega en estado de reposo, sin ningún tipo de estímulos. Alguien venía buscando una respuesta que surge de pronto; pero antes de ese momento hubo mucho trabajo estructural, ordenado y sistematizado. No fue espontáneo.
“El estrés genera ‘ruido’ e impide desarrollar capacidades como memoria, atención y codificación. Inhibe la plasticidad cerebral.
Es una enfermedad silenciosa 

Distintos bestsellers promocionan la “inteligencia emocional”, asociada a la posibilidad de dirigir con éxito lo sensitivo. ¿Qué opinión le merece? Es un enfoque más psicológico, pero soy crítico. Desde la neurociencia es poco consistente. Las respuestas emocionales son previas a cualquier proceso cognitivo, con lo cual sería difícil modificarlas. Si tú ves una araña, enseguida te retiras. Si empiezas a pensar que es una araña, te pica. Después sí, vendría una respuesta cognitiva: “Era una araña”. Se podría hablar de una terapia para identificar la araña. Pero lo que no sabemos es cómo, identificándola, tu respuesta sería no retirarte.
 ¿Somos esclavos de nuestras emociones entonces? Mucho. La neurociencia se acerca más al conocimiento de cómo se producen las emociones que a terapias concretas. Eso no quiere decir que no podamos usar ese conocimiento científico para intentar algunas cosas…
Cuénteme. Si es verdad que la respuesta emocional es inmediata y, a la vez, que para tener una plasticidad cerebral eficiente se necesitan muchos estímulos ordenados y a lo largo del día y todos los días, es muy difícil hacer una terapia. Pero hay una técnica con la que sí se consigue esa respuesta: la sonrisa. La sonrisa es un proceso emocional positivo que el niño adquiere a partir de la sonrisa de la madre y que permanece a lo largo de su vida. Por eso colocamos imágenes de sonrisas en las aulas. De tal forma que, nada más que levanten la cabeza cuando vean al profesor, siempre las verán. Generan automáticamente una respuesta positiva, distinta a la que obtendrías junto a personas tristes o agresivas.
 ¿Rinde la empatía en el mundo corporativo? ¿La gente feliz produce más y mejor? Sí. Porque el siguiente conocimiento que nos ofrece la neurociencia es que las situaciones tienen una representatividad en el cuerpo. Hay un dicho en latín: “Mens sana in corpore sano”. Yo creo que es al revés. En la medida en que te encuentras bien físicamente se producen estímulos que benefician la salud de tu mente. Eso sería lo que la neurociencia aporta: ir de lo simple a lo complejo. Sabemos, por ejemplo, que si uno no está bien hidratado, disminuye su atención. Hidratarse cinco minutos antes de una clase no cuesta nada y rinde mucho. Si tú tienes el cuerpo sano, recibes sonrisas, trabajas en un ambiente agradable, sin frío, ni calor, ni odio, ni agresión, tu cerebro funciona mejor que en un sitio donde sientes hostilidad ambiental, emocional o de cualquier otro tipo.
 Entender más la química cerebral ha generado la sensación de que existe una pastilla para resolver cualquier déficit. ¿Cuáles son los riesgos de esa mirada? Los fármacos sirven para regular sustancias que el cerebro no tiene o ha perdido y que son necesarias. No desarrollan una función, permiten que puedas realizarla. Se ataca un aspecto del problema, pero no se resuelve la parte psíquica que requiere terapias para recuperar las funciones. La ayuda farmacológica disminuye el nivel de sufrimiento, pero si el problema que lo ocasiona subsiste, allí queda. No hay un medicamento que mágicamente devuelva la memoria. Tampoco pastillas de la felicidad.
 ¿Su presencia en Argentina se relaciona con alguna investigación? Trabajo en un programa que vengo desarrollando en España desde hace 20 años y que aspiramos a profundizar aquí con un acuerdo con la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia. Se llama Visión táctil y consiste en lograr que niños ciegos de nacimiento puedan leer a distancia.
¿Cómo? Mediante una micro cámara que el niño usa en unas gafas parecidas a las de 3D. El sistema capta la información visual a medio metro, una letra por ejemplo, y la transmite a través de bluetooth a un dispositivo que genera impulsos táctiles que él percibe en la mano, donde aparece globalmente la letra en milisegundos. Esa suerte de “imagen” táctil de la letra se transmite al cerebro, que la reconoce como tal. Es un proceso de aprendizaje. Hemos hecho investigaciones en adultos, pero se avanza más lentamente.
La tecnología auspicia a otra vedette: la inteligencia artificial. Le confieso que siento cierto rechazo: suena a Victor Frankenstein, tratando de armar una criatura a su imagen y semejanza. No soy experto en inteligencia artificial y, aunque entiendo su escozor, creo que en el ámbito de la neurociencia, los robots o programas específicos nos ayudarán a mejorar muchísimo cerebros que estén lesionados. Podremos actuar sobre la capacidad de reestructuración de esos cerebros o con desarrollos asociados a la memoria, de forma más interactiva.
 ¿Qué nos falta conocer del cerebro que va a cambiarlo todo? Algo muy sencillo: cómo funciona. Solo tenemos pistas. ¿Qué dispara el autismo, por ejemplo? No sabemos. Sí, que hay un área del cerebro autista que en apariencia no tiene neuronas en espejo, que son las células capaces de percibir la imagen emocional de otra persona. O dilucidar por qué la gente se enamora o deja de quererse. Sabemos que cuando una persona se enamora hay un cambio hormonal: ciertas áreas límbicas se encienden y tienen una actividad tan potente que inhibe las áreas perceptivas. El enamorado cambia la impresión que tiene sobre el otro. “El amor es ciego”, dice el refrán. Debe ser un mecanismo muy simple que genera miles de conexiones, actividades e interacciones, pero todavía no lo conocemos. El bosque no nos deja ver lo que hay detrás. Avanzamos, pero probablemente necesitemos mirar el cerebro desde arriba, mirar el bosque más desde lo alto, para identificar qué hay y cómo se conecta. En los próximos 30 años, seguramente resolveremos el enigma. 
Tomás Ortiz Alonso dirige la colección Neurociencia y Psicología que se publicará semanalmente en el diario El País a partir del 28 de enero.

sábado, 3 de marzo de 2018

Las diferentes monedas que circulan en Europa


Si piensas en la economía europea inmediatamente te llega a la mente el euro, y no es para menos, esta es la divisa oficial de diecinueve países de la eurozona, además de otros países como Mónaco, San marino, Ciudad del Vaticano y Andorra, quienes sin ser de la Unión Europea, han adoptado esta moneda modificándola con su escudo al reverso. 
Todas las versiones del euro tienen una cara común que muestra el valor de la moneda (ocho valores que van del céntimo a los dos euros), aunque también hay monedas especiales para coleccionistas con mayor valor nominal. Alemania tiene una nueva moneda de cinco euros y en España se pueden encontrar de 12, 20 y 30 euros.
Además del euro, en Europa hay 27 divisas diferentes, la más conocida – después del euro – es la Libra Esterlinaconsiderada  la más antigua. También se encuentran el franco suizo, las coronas danesas, islandesas, noruegas, suecas y checas, el lar georgiano, el rublo ruso, el florín de Hungría, el leu moldavo, el dinar serbio, el lek albanés y el marco bosnioherzegovino.

jueves, 1 de febrero de 2018

Fotografías en el momento justo.

Un Polizón sin Suerte.


Keith, terminando su último viaje. Fuente.

Keith Sapsford tenía solo 14 años y unas ganas locas por conocer mundo. Vivía en un reformatorio a las afueras de Sydney y el 23 de Febrero de 1970 decidió escapar rumbo a la aventura. Caminó hasta el aeropuerto y se coló en el tren de aterrizaje de un DC-8 de Japan Air-lines donde permaneció varias horas esperando el embarque de los que sí tenían un futuro (planeado). Durante el despegue —a 100 metros de altura— el movimiento del retracción de las ruedas provocó la caída de Keith. John Gilpin, un fotógrafo —todavía aprendiendo a caminar— captó involuntariamente el dramático momento durante una de sus sesiones habituales de spotting. No se dio cuenta hasta que reveló los negativos. La imagen le acompañaría el resto de su vida. A mí también.

¿Qué hace un alce vivo y colgado del tendido eléctrico?

domingo, 14 de enero de 2018

8 CUALIDADES DE LAS PERSONAS CULTAS (SEGÚN ANTÓN CHÉJOV)


Ser culto, una cualidad que puede ser polémica y aun peyorativa, pertenece sin embargo a un modo de ser y estar en el mundo que naturalmente nos hace más buenos, mejores, más humanos, o al menos así es como lo entendió el gran escritor ruso Antón Chéjov.
Hay un concepto de cultura que nos remite de inmediato al humanismo del Renacimiento y probablemente al progreso de la Ilustración, esa idea que probablemente tenga raíces un tanto más remotas (pero no tanto) y la cual entiende la cultura como el conocimiento que cultiva y engrandece, que nos da más recursos para entender nuestro mundo pero también ―en un sentido moral, que lejos de ser censurable, merece, por el contrario, alentarse― nos vuelve ipso facto más compasivos, más humanos.
Por desgracia, sabemos bien que el mundo está más o menos poblado de personas que fundamentan cierta ilusoria superioridad en la cultura que poseen. “Listillos”, los llama Irvine Welsh en varias de sus novelas, ironizando en torno a ese tipo de comportamiento en que, según sea la ocasión y el entorno, toma la forma de la arrogancia, el desdén y en general el desprecio por todos aquellos que no se encuentren a la par de las lecturas hechas, las películas vistas, la música escuchada, los países visitados y un amplio aunque paradójicamente limitado etcétera. 
¿Qué significa ser culto? Quizá, en última instancia, nada de eso, al menos no si nos inclinamos por esa tradición del pensamiento que no teme combinar conocimiento y moral para que ambos formen mejores personas. En algún punto de nuestra cartografía personal, leer una o diez novelas está o debería estar conectado con nuestra capacidad para prestar algún tipo de ayuda a un desconocido en la calle.
¿Podemos escuchar una pieza de Bach, quedar arrobados por su belleza, sentir que gracias a Bach la vida vale la pena ser vivida y, aun así, no actuar en consecuencia y, digamos, ser capaces de cuidar de una planta y regarla todas las mañanas? Hasta cierto punto, algo tiene de condenable e hipócrita el sibarita estéril que dice amar la belleza y sin embargo no hace nada para asegurar su presencia y persistencia en este mundo. “Belleza más piedad: eso es lo más cerca que podemos llegar a una definición de arte. Donde hay belleza hay piedad, por la simple razón de que la belleza debe morir”, dijo alguna vez Vladimir Nabokov.
La lista que presentamos a continuación enumera las 8 cualidades que, según el gran escritor ruso Antón Chéjov, distinguen a una persona verdadera, auténticamente culta, alguien que de algún modo ha comprendido que la sapiencia es tal cuando enaltece pero no ensoberbece, cuando nos distingue de los demás pero no nos pone, en modo alguno, por encima de nadie.
Los puntos provienen de una carta que un joven Antón de 26 años escribió a su hermano Nikolai cuando éste tenía 28 y comenzaba a ganar fama como pintor en la capital rusa. Fechada en Moscú en 1886, la misiva pretende ser una serie de consejos para un artista incipiente que, según el modelo romántico, se quejaba de que nadie lo entendía. “La gente te entiende perfectamente bien. Si tú no te entiendes a ti mismo, no es culpa de ellos”, le escribió entonces Chéjov, en un tono recriminatorio, pero también totalmente lúcido y, lo más importante, coherente.
Se trata, en suma, de un documento que vale la pena conocer y reflexionar, confrontar con nuestras propias actitudes y preguntarnos en qué medida convertimos lo que sabemos en acciones que hacen bien a nuestro mundo ―nuestro pequeño, íntimo mundo.
1. Respetan la personalidad humana y, por lo mismo, son siempre amables, gentiles, educados y dispuestos a ceder ante los otros. No hacen fila por un martillo o una pieza perdida de caucho indio. Si viven con alguien a quien no consideran favorable y lo dejan, no dicen “nadie podría vivir contigo”. Perdonan el ruido y la carne seca y fría y las ocurrencias y la presencia de extraños en sus hogares.
2. Tienen simpatía no sólo por los mendigos y los gatos. Les duele el corazón por aquello que sus ojos no ven. Se levantan en la noche para ayudar a P. […], para pagar la universidad de los hermanos y comprar ropa a su madre.
3. Respetan la propiedad de otros y, en consecuencia, pagan sus deudas.
4. Son sinceros y temen a la mentira como al fuego. No mienten incluso en pequeñas cosas. Una mentira significa insultar a quien escucha y ponerlo en una posición más baja a ojos de quien habla. No aparentan: se comportan en la calle como en su casa y no presumen ante sus camaradas más humildes. No son proclives a balbucear ni obligan la confidencia impertinente de los otros. Por respeto a los oídos de otros, callan más frecuentemente de lo que hablan.
5. No se menosprecian por despertar compasión. No tensan las cuerdas de los corazones de los demás para que los otros giman y hagan algo (o mucho) por ellos. No dicen “Soy un incomprendido” o “Me he vuelto de segunda mano” porque todo eso es perseguir un efecto simplón, es vulgar, rancio, falso…
6. No tiene vanidad superflua. No se preocupan por esos falsos diamantes conocidos como celebridades, por estrechar la mano del ebrio P.*, por escuchar los arrebatos de un espectador extraviado en un espectáculo de imágenes, o ser reconocido en las tabernas. […] Si ganan unos centavos, no se pavonean como si estos valieran cientos de rublos, y no alardean de poder entrar donde otros no son admitidos. […] Los verdaderamente talentosos siempre se mantienen en las sombras entre la muchedumbre, tan lejos como sea posible del reconocimiento. Incluso Krylov** dijo que el barril vacío da un eco más sonoro que el lleno.
7. Si tienen un talento, lo respetan. Le sacrifican el descanso, las mujeres, el vino, la vanidad […]. Se sienten orgullosos de su talento […]. Además, son fastidiosos.
8. Desarrollan para sí la intuición estética. No pueden ir a dormir con la misma ropa, ven las grietas de las paredes llenas de insectos, respiran un mal aire, caminan en el piso recién escupido, cocinan sus alimentos sobre una estufa de aceite. Pretenden tanto como sea posible contener y ennoblecer el instinto sexual. […] Lo que quieren en una mujer no es una compañera de cama. […] No piden inteligencia ahí donde se manifiesta la mentira constante. Quieren, especialmente si son artistas, frescura, elegancia, humanidad, la capacidad de la maternidad. […]. No tragan vodka a todas horas, día y noche, no huelen los armarios porque no son cerdos y saben que no lo son. Beben sólo estando libres y en ocasión […]. Porque ellos quieren mens sana in corpore sano [“mente sana en cuerpo sano”].
Y así sucesivamente. Así es como son las personas cultas. Para ser culto y no quedar atrás, no es suficiente con haber leído Los papeles del club Pickwick o haber memorizado el monólogo de Fausto […]. Lo que necesitas es trabajar constantemente, día y noche, leer constantemente, estudiar, voluntad […]. Cada hora es preciosa para ti […]. Ven con nosotros, tira la botella de vodka, descansa y lee… Turgenev, si quieres, a quien además no has leído.
Tienes que deshacerte de tu vanidad, ya no eres un niño… pronto tendrás treinta.
¡Es tiempo!
Te espero… Todos nosotros te esperamos.
[Firma]
Notas:
* Probablemente “Palmin”, un poeta menor de la época [N. del T.]
** Probablemente Iván Krylov (1769-1844), fabulista, poeta y dramaturgo ruso.



lunes, 1 de enero de 2018

El oscuro caso de la violinista asesinada por el fantasma de la ópera



El 24 de julio de 1980, el cuerpo desnudo y sin vida de una joven violinista fue encontrado en una salida de aire acondicionado del Metropolitan Opera House, de Nueva York.
El hecho de que no se encontrase una explicación lógica a un hecho aparentemente absurdo -la víctima, Helen Hagnes, de 31 años, no parecía tener enemigos-, hizo que se evocase casi inmediatamente la aparición de un nuevo «fantasma de la ópera». Los tabloides neoyorquinos comenzaron entonces una terrorífica saga de portadas y noticias sensacionalistas sobre la supuesta existencia de un asesino en serie en el celebérrimo Met.
Y es cierto: Todos los elementos de misterio y horror, dignos de un filme de Alfred Hitchcock, o de una novela de Agatha Christie, se encuentran reunidos en el triste caso del asesinato de Hagnes, durante la actuación del Ballet de Berlín en la ópera. Hagnes, nativa de la provincia de Columbia británica, en Canadá, fue una «niña prodigio» del violín. A los trece años formaba parte de orquestas profesionales. Después de realizar estudios en los conservatorios de Londres, Zurich y Siena (Italia), Hagnes, admirada por sus dotes musicales y su belleza física, actuaba periódicamente como solista en orquestas de renombre internacional.
Durante la fatídica noche del crimen, Hagnes estaba contratada por el Ballet de Berlín para el periodo de sus once días de actuación en Nueva York. Tras interpretar las partituras del Pájaro de fuego y Don Quijote, ante los 3.400 espectadores del Met, Hagnes dejó el violín sobre su silla y salió de la sala aprovechando el paréntesis del Ballet Cinco Tangos, que no exigía la presencia de la violinista.
Hagnes debía regresar al auditorio para la música de la escenografía final de Miss Julie. Pero no volvió. Manos criminales habían acabado con la vida de la violinista, en un asesinato que apasionó a los neoyorquinos. Tras una búsqueda por los locales de la Opera durante toda la noche, la policía descubrió finalmente el cuerpo sin vida de Hagnes en el interior de uno de los tubos del sistema de aire acondicionado de la ópera.«El asesino debe ser un habituado a los pasillos, ascensores y rincones de la Opera», declaró Richard Nicastro, jefe del departamento de detectives de la ciudad de Nueva York.
Valery Panov, estrella del Ballet de Berlín, afirmó que tenía fijado un «encuentro artístico» con Helen Hagnes, durante uno de los entreactos del ballet, cita que no llegó a producirse porque cuandoPanov acudió al lugar del encuentro, uno de los vestuarios de la ópera, Hagnes ya había desaparecido.

Servilleta con semen

La servilleta fue hallada, al parecer, oculta dentro de una cañería, mientras que el tampón apareció cerca, en la misma escalera en la que la policía había descubierto una pluma y una horquilla para el pelo, que habían pertenecido a la víctima.
Una vista por el pozo de aire donde se encontró el cuerpo de Helen Hagnes, desde el azotea de la Metropolitan Opera House en el Lincoln Center. (Foto: Don Hogan Charles / The New York Times)


Según fuentes de la policía que investigó el caso, las sospechas sobre los móviles del crimen estaban en una servilleta de papel con manchas de semen que fue encontrada en el edificio de la ópera. La policía halló junto a la citada servilleta de papel otros objetos que pertenecieron a la víctima y entre los cuales había un tampón higiénico. Si las relaciones entre la aparición de la servilleta y la identidad del asesino fueran establecidas, la policía creyó que podría llegar a conocer el grupo sanguíneo, la raza y las características genéticas que podrían diferenciar a quien mató a Hagnes del 95% de la población.
El área donde la policía encontró estos rastros se halla dos pisos por debajo del nivel del escenario, en cuyas inmediaciones, dentro de un ascensor, fue vista por última vez la violinista.
La investigación demostró que la violinista fue arrastrada hasta el sexto piso de la Opera, donde se halla la azotea. Poco después fue llevada hasta la trasera del edificio, desnuda y maniatada, y arrojada por un conducto de aire. Según la policía, el asesinato se produjo, en estas circunstancias, alrededor de la medianoche.

Autopsia reveladora

La autopsia reveló que Hagnes había fallecido como consecuencia de lesiones que se produjo en el cerebro al chocar contra una superficie de hierro situada entre el tercero y el cuarto piso del metropolitano.
La misma autopsia permitió comprobar que la violinista no había sido violada. El doctor que practicó el examen señaló, por otra parte, que la víctima se hallaba desnuda, lo que hacía presumir alguna motivación sexual entre los móviles del crimen. Sin embargo, no han podido descubrirse señales en su cuerpo que hicieran pensar que Hagnes fue sometida a violencia sexual de alguna clase.
Ante ese retrato, una de las bailarinas del ballet para el que interpretaba Helen Hagnes sacó algunas conclusiones físicas, ayudada por un hipnotizador. El resultado de este ejercicio fue divulgado: el asesino era un hombre de raza blanca, tenía el pelo negro y su edad oscilaba entre los 25 y los 35 años. 2.600 personas fueron interrogadas sin éxito aparente.

Arresto y confesión

En septiembre, un maquinista del Metropolitan fue detenido por la policía e inculpado como responsable del asesinato de la joven violinista, después de una gigantesca investigación. El detenido era un joven de veintiún años, Craig Crimmins, empleado en el Met desde 1976.

Crimmins correspondía al retrato-robot de una persona vista con Helen Hagnes la noche de su desaparición. Además, el detenido no habría podido justificar qué estaba haciendo en el momento en que se produjo el crimen. Según las mismas fuentes, huellas dactilares de Crimmins habrían sido encontradas cerca del lugar del asesinato.
Interrogado, Crimmins confesó, pero no dio motivo, más allá de que había bebido alcohol y había fumado marihuana antes del ataque a la violinista. En el juicio la fiscalía demostró que había intentado violarla sin éxito y que la mató para que no le delatara. Fue condenado por el aesinato, y no por el intento de violación, del que el jurado no encontró pruebas. La sentencia fue de un mínimo de 22 años sin condicional.